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Subterráneo

Para mí la fotografía consiste en un sacrificio de la propia vida. El artista sacrifica la vida en nombre del arte no porque así lo desee, sino porque no puede hacer otra cosa. Hay algo muy especial en intentar sublimar al inconsciente, pero también algo muy doloroso.

La mirada se desarrolla,  más que en la voluntad de control y de dominio, en el empleo de convencer.  Es un simulacro. Es una forma de desplazar lo real  y sustituirlo por imágenes. De alguna manera éstas se refieren a una realidad que no se puede consumir. La representación, el simulacro, permite ser manipulado y consumido. La representación ha sido utilizada como una forma de discurso, de definición, como medio de limitación y modo de poder.

Subterráneo es un cúmulo en el que todo converge. Mis propios miedos se entrelazan con las imágenes de algunas de las informaciones mediáticas que más me han  marcado. Subterráneo es parte de la memoria mediática de los horrores humanos.

No debemos olvidar que el alma colectiva es la suma de las individuales. Subterráneo es un manifiesto contra la presión fanática que se crea alrededor del canon de belleza. La superficialidad estética y el bombardeo publicitario que influye negativamente en la naturaleza humana. Es un espejo y la imagen no es plausible porque nuestra sociedad tampoco tiene escrúpulos. No pretende dejar indiferente; me es pronto quiere causar críticas, mofas y horror; porque quiere ser una base para el análisis y  un punto de inflexión por el cambio.

Subterráneo quiere resaltar la naturaleza órfica de la fotografía: todo lo que mira la fotografía se muere, lo que hay en la imagen precisamente ya no está y así lo que mira aniquila. Con subterráneo he pretendido matar metafóricamente al mundo de mis miedos relacionados con el dolor de la humanidad. Subterráneo es también un encuentro con la muerte. Sacarlo de dentro de mí misma, amputarlo.

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